Se vienen Los Artrópodos

El Comienzo ...

LAS HORMIGAS

1. Azar

Tuvo la impresión de que un insecto le surcaba el rostro. Sus dedos garabatearon un círculo como queriéndose deshacer de la cosa, cosa que lo ayudó a salir del sueño. Abrió los ojos y se desperezó levantando los brazos, dando un bostezo que cerró aquéllos por unos momentos. Luego apoyó la palma en la pared y estiró con fuerza su flexionado brazo izquierdo, provocando el envión suficiente para mecer la hamaca para­guaya sobre la que tomaba su siesta.

Miró al sol y giró inmediatamente su rostro en direc­ción a la pared para huir de su fuerte luz. Su cara entonces quedó presionada por el entramado de los hilos de la hama­ca: su nariz doblada, el ojo izquierdo cerrado, la boca seme­jante a un embutido en una red tubular.

A través de un intersticio de la trama, el perezoso y ca­sual cíclope divisó una columna de hormigas en la pared. Notó que marchaban en dos largas filas contiguas de direc­ción contraria.

Sin moverse un ápice, concentró su ojo derecho en un punto fijo de la pared, tomando como referencia los restos de un mosquito estampado antaño con una ojota. Apreció a las hormigas rojas, diminutas, aceleradas e incesantes. Alguna que otra se desviaba levemente de la fila dando un círculo o tentando una perpendicular, pero volvía a encarrilar pronta­mente. Sus antenas en ese entonces más que nunca se movían.

Algunas cargaban pequeños pedazos de hojas; otras nada, pero todas iban o venían. En unos minutos contó cien que marchaban hacia el suelo, y otras tantas que ascendían en dirección a la terraza. Especuló que debía tratarse de millares circulando por la pared exterior trasera de su rectangular casa.

El vasto fluir le trajo a la mente el curso de un río. No supo bien por qué estableció esa relación casi inmediata en­tre ambos fenómenos, pero ya no lo sorprendía, como antaño, el carácter arbitrario de las asociaciones que tanto sabían suscitar en el ingenio humano todo tipo de intrigas.

Intentó seguir con su ojo, permaneciendo en quietud el resto del cuerpo, el lugar donde se perdían hacia el piso las hormigas, pero no alcanzó a divisarlo. Practicó entonces una pronunciada torsión con el cuello y observó que al llegar al suelo se bifurcaban continuando la marcha pegadas a la pa­red, unas para un lado y otras para el otro.

Buscó luego en lo alto hasta dónde se dirigían y cayó en la cuenta de que trepaban hasta la terraza. Intentó imagi­nar qué estimulaba semejante tráfico. Se le ocurrió que tal vez un coleóptero estaría siendo asediado patas para arriba sobre la membrana o que alguna de sus plantas estaría sien­do desgarrada, de a poco pero con insistencia, por sus innu­merables mandíbulas.

Al librarse de la presión de los hilos se dejaron ver unas cuadrículas superpuestas marcadas en algunos sitios de su cara. Antes de entrar para ir al baño dejó la suela de su calzado marcada en la pared. Especialmente sobre el zig-zag que describía la fantasía de la goma, estampados quedaron los cadáveres de las hormigas aplastadas.


La Tapa ...

El Señalador ...


El Flyer ... la presentación ...

El Invitado ...

VOS ... y los bichitos ...

1 comentario:

Albert dijo...

Hola, qué tal, me interesaría contactarme con la editorial, en qué mail puedo hacerlo.
Gracias y Saludos.
Les paso mi contacto
elconversador@gmail.com